Nuestra herejía no es fabricar nuevos dogmas sino olvidar el Espíritu Santo

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El Espíritu Santo obra como quiere, cuando quiere, y donde quiere; nosotros nos entregamos, pero sin pretender ver resultados llamativos. Solo sabemos que nuestra entrega es necesaria… Para mantener vivo el ardor misionero hace falta una decidida confianza en el Espíritu Santo, porque Él viene en ayuda de nuestra debilidad… necesitamos invocarlo constantemente. (EG 279-280)

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¿Quién piensa en el Espíritu Santo? No nos hablan nunca de esto, y así estamos fabricando un cristianismo que no es el de Cristo en la Cruz. Y, sin embargo, el Espíritu Santo, cuando Él vino, es cuando nació la Iglesia, y es el que siempre nos dará fuerzas. Nuestra herejía no es fabricar nuevos dogmas, sino olvidar, dejar a un lado el Espíritu Santo… Queremos ir al cielo por dos reales. Esto no puede ser. El cielo exige lucha… Nuestro destino es esta lucha permanente. Para sustituir este ambiente de pecado necesitamos del Espíritu Santo. (Rovirosa, Conferencias del Cursillo de segundo grado. OC, TV, 38-39)

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Sabemos que nuestras parálisis son justificaciones sin cuento. Sin Espíritu Santo no existe en nuestra vida más que miedo, más que encerrarnos en nuestras propias maneras de ver las cosas, y eso nos incapacita para escucharnos, para sentirnos comunidad, para la evangelización, para sentirnos Iglesia. Sin el Espíritu Santo, cada uno y cada una de nosotras seguiremos hablando nuestra propia lengua, como en Babel (Gn 11, 1-9) incapaces de escuchar y entender a los demás; oyendo solo lo que quiero oír. ¿Y no es esto lo que nos sigue pasando en tantas ocasiones, precisamente?

Acoger el Espíritu no es levantarnos del suelo, levitando, sino encarnarnos para que “el Padre amoroso del pobre” nos haga instrumentos del sueño de Dios, y puedan comprenderlo nuestros hermanos y hermanas del mundo obrero en su propia lengua, en sus propias situaciones y circunstancias. Por eso no hay evangelización sin encarnación. Es el Espíritu quien sigue animando la lucha por un trabajo digno y una sociedad decente.

Tomado del Material “Orar desde el Mundo Obrero”, publicado por la Comisión Permanente de la HOAC.

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