Esperanza

¿Qué esperan los pobres?

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(Entrada tomada del artículo de Gregorio Burgos en el TÚ de diciembre de 2014)

Con tantas cosas que pasan en nuestra sociedad, muchos nos encontramos avergonzados e indignados. Tantísimas personas pasándolo mal en esta maldita crisis y unos cuantos haciendo todo el esfuerzo por ser mangantes.

Necesitamos alguien que nos anime, nos dé otros horizontes, marque caminos y nos haga cambiar a todos, y, sobre todo, que a los pobres les dé esperanza y fuerza.

El Papa Francisco, en su discurso al Encuentro de Movimientos Populares, alaba la reacción activa de los pobres: “Hay una realidad muchas veces silenciada. ¡Los pobres no sólo padecen la injusticia, sino que también luchan contra ella! (…) Practican esa solidaridad tan especial que existe entre los que sufren, entre los pobres, y que nuestra civilización parece haber olvidado, o al menos tiene muchas ganas de olvidar”

Pero solidaridad “también es luchar contra las causas estructurales de la pobreza, la desigualdad, la falta de trabajo, la tierra y la vivienda, la negación de los derechos sociales y laborales. Es enfrentar los destructores efectos del Imperio del dinero” (…)

Hay que poner a las personas con sus derechos y auténticas necesidades por encima de todo. Así dice el Papa, “cuando en el centro de un sistema económico está el dios dinero y no el hombre (…) cuando la persona es desplazada y viene el dios dinero, sucede esta trastocación de valores”

Y es que, como reza “La alegría del Evangelio”

La ética (y Dios) suele ser mirada con desprecio burlón. Se considera contraproducente, demasiado humana, porque relativiza el dinero y el poder. Se la siente como una amenaza, pues codena la manipulación y degradación de la persona. En definitiva, la ética lleva a un Dios que espera una respuesta comprometida que está fuera de las categorías del mercado. Para éstas, si son absolutizadas, Dios es incontrolable, inmanejable, incluso peligroso, por llamar al ser humano a su plena realización, y la independencia de cualquier tipo de esclavitud. (EG, 57)

Tiempo de esperanza

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La esperanza cristiana es muy distinta de la espera y del optimismo. La espera lo deja todo en manos de Jesús sin incluir la parte nuestra que Cristo nos encomienda. Pero nada decepcionaría mas a Jesús que nos quedáramos mirando a las nubes a ver si viene, sin darnos cuenta que Él ya está entre nosotros hasta el fin del mundo. Nosotros poseemos el regalo del Espíritu de Jesús para seguir con él la obra del Padre. Aunque parezca que la semilla esté escondida nada está perdido.
La esperanza es muy distinta del optimismo. El optimismo es un sentimiento fruto de nuestro cálculo sobre las posibilidades de éxito que podemos conseguir con nuestras fuerzas. Pero en estas cuentas no incluimos la acción de Dios con nosotros. No somos conscientes que Dios tiene una esperanza, y esa esperanza somos nosotros. La esperanza implica lucha, esfuerzo y valor para evitar, por una parte, el estancamiento en la situación de la injusticia presente y por otra la fuga hacia el espiritualismo futuro.

No se puede abordar el escándalo de la pobreza promoviendo estrategias de contención que únicamente tranquilicen y conviertan a los pobres en seres domesticados e inofensivos. Qué triste ver cuando detrás de supuestas obras altruistas, se reduce al otro a la pasividad, se lo niega o peor, se esconden negocios y ambiciones personales: Jesús les diría hipócritas. Qué lindo es en cambio cuando vemos en movimiento a Pueblos, sobre todo, a sus miembros más pobres y a los jóvenes. Entonces sí se siente el viento de promesa que aviva la ilusión de un mundo mejor. Que ese viento se transforme en vendaval de esperanza. Ese es mi deseo. (Papa Francisco, Encuentro Mundial de Movimientos Populares)